Cuenta la leyenda que en esta pradera, y en las demás que hay en los aledaños del monte, pastaban, un día cualquiera, plácida y sosegadamente una manada de cabras y ovejas. Las cabras y ovejas estaban tan tranquilas comiendo, que no se dieron cuenta que la hierba se había vuelto agresiva y abría sus fauces como las de un tigre.
La hierba estaba tan harta de crecer y ser devorada, que se dijo a sí misma que por ahí no iba a pasar de nuevo.
Ni corta ni perezosa la hierba abrió su enorme boca y se tragó de una sola vez a la manada de cabras y ovejas.
Pero la hierba tenía un estomago muy sensible y no podía digerir tanta lana y tantos pelos.
Así que pasaron dos días enteros y las cabras y ovejas aun balaban dentro de la tripa de hierba.
El pobre pastor cansado de andar buscando a su rebaño dos días con sus dos noches, cayó exhausto desmayado al suelo. Entró en un sueño tan profundo y pesado que a lo lejos escuchaba el sonido de sus animales. Aun en sueños le perseguía el desazón de tan grande perdida.Aun a sabiendas de que el rebaño había desaparecido por arte de magia, seguía incrédulo y desesperado de poder ordeñar a los animales.
La hierba estaba incomoda y se removía haciendo que el pastor subiera y bajara como de una montaña, con sus resoplidos.
Los animales estaban a punto de quedar asfixiados cuando se pusieron todos al unisono a balar.
Al pobre pastor casi se le rompen los tímpanos, pues el sonido que provenía de la tierra le pusieron los pelos de punta. A la vez la hierba se irguió espantada del gran vocerío que las cabras y ovejas emitían.
Entonces el pastor se percató de que todo su rebaño había sido robado por la hierba que hambrienta se lo había tragado sin haber podido digerirlo aun.
Ni corto ni perezoso el pastor la llamo ladrona a la hierba y la puso a caldo.
La hierba en un grito desesperado, porque nunca nadie la había llamado la atención, se puso a llorar. Del sofoco tan inmenso, también, la dio por vomitar. De la tierra iban saliendo cada uno de los animalillos envueltos en una especie de caldo amargo y verdoso, como si fuera bilis. Posiblemente la hierba tuviera un atracón, de exceso de los pelos, y su hígado no pudo digerir las bilis y el enfado que los insultos del pastor la propinaron.
Las cabras y las ovejas se fueron derechas a un arroyo que pasaba por el lugar y se metieron en las frías aguas otoñales, limpiándose de todo el amargor que la hierba había dejado en sus cuerpos. Las aguas se llevaron toda la suciedad y todo quedó como si hubiera sido un mal sueño.
Uyyyy madre mía que cuentos más raros invento jajajaja.
Tal vez es porque he cenado demasiado y aun anda danzando la comida dentro de mi estomago.
Estas fotos están tomadas el sábado desde en monte de mi pueblo.
Cuando el sol daba la cara, la foto salia esplendorosa.
Cuando una nube tapaba sus ojos con sus manos blancas y esponjosa, el sol quedaba un poco más en penumbras.
Y cuando el viento traía con su fuerza nubes grises mullidas, el ambiente se teñía más oscuro, casi imitando a un ocaso apagado.
4 comentarios:
Me encantó ese cuento que te inventaste!!! Re imaginativo y lindo, che. Abrazo, Isa, te quiero.
Gracias Marcus, me alegro que te haya gustado.
Saludos y un abrazo
UN cuento increible pero que invita a ser leido hasta elfinal... Lo interesante es el atribuirle capacidades y condiciones del mundo animal al vegetal... un cuento para analizar... mediante las cuales intenta vengarse de ese cìrculo ecológico que provee la naturaleza....
Felicitaciones por este cuento tan imaginativo y novedoso
Antonio Guzzo
Gracias Antonio, me alegra que te guste. También me alegra que puedas entrar y dejar tu comentario.
Saludos y un abrazo
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