PANICO
Caminaba con prisa, temía que la niebla dejara a oscuras el lugar tan deshabitado.
Miraba hacia atrás, tenía miedo...
Sentía como unos pasos iban a la misma velocidad que sus pies.
Su respiración era de pánico, y sus ojos desorbitados.
Los latidos de su corazón marcaban las pisadas de cien corceles jóvenes trotando en desbandada.
Un murciélago se cruzó en su camino,
y de pronto el trote quedo en un frío silencio.
Al día siguiente las campanas de la torre de la iglesia tocaban a muerto.
Autora: Isa, yo misma
Autora: Isa, yo misma
BAJA AUTOESTIMA
Ella preparó con mucho cariño una empana de verduras y boquerones.
Llegó la visita.
Se sentaron a la mesa.
Partió la empanada.
Veía como los demás se comían con mucho gusto su ración de empanada.
La daban la enhorabuena por tan rico manjar y la aplaudieron.
Ella con ese reconocimiento se sintió morir.
Su autoestima era tan pobre, que su mente la jugó una broma pesada.
Ella veía que la empanada no estaba hecha con verduras y boquerones,
si no, que asomaban gusanos henchidos de pus y moscas verdes.
Se sintió muy mal, y se puso a vomitar allí mismo.
Los comensales dejaron de comer.
Se quedaron todos inmóviles,
mientras tanto, la mesa se llenó de gatos vecinos que dieron buena cuenta de la suculenta empanada.
Autora: Isa, yo misma
Autora: Isa, yo misma
¡¡PEDIR AYUDA PARA SALIR DEL POZO!!
Cada día al amanecer escuchaba el revoloteo,
y canto de pequeños gorriones que visitaban el árbol de su jardín.
Ella quería ser normal.
Se hizo el mismo juramento que llevaba hacíendose cinco años.
Y cada día al ocaso la piedra era más pesada.
Las cadenas tenían un eslabón más.
Hizo prisionera a su mente y voluntad.
Ante los demás no quería sentirse débil.
Pero su cabeza era un nido de ratas intentando devorar sus blandos sesos.
No pidió ayuda, y su cerebro se deshizo.
Se convirtió en un zombi viviente.
Autora: Isa, yo misma